En la naturaleza nada existe aislado

Saúl podía ver el futuro, pero no le agradaba lo que observaba. Chía se daba cuenta de que estaba atormentado. Sabía que se tomaba muy en serio sus responsabilidades. Solía cargar el peso del mundo sobre sus hombros sin que nadie se lo pidiera. Ella decidió abrazarlo por la espalda, trayéndolo de vuelta al presente.

—Ya lo resolverás, tontito.  Siempre logras encontrar una solución —sintió que Saúl se relajaba entre sus brazos.

Él sonrió y dejó sobre la mesa las hojas con las interminables cuentas que estaba analizando. Levantó la mirada y se perdió en la profundidad ancestral de los ojos de su compañera. Chía era el nombre que los muiscas daban a la luna, un nombre apropiado, pues, así como la luna, ella irradiaba un aura de serenidad. Saúl era matemático, especialista en sistemas dinámicos. En cambio, Chía era astróloga y chamán. Como todos los miembros de la aldea, cada uno tenía un rol que cumplir y era valorado por ello. La noche estaba por terminar. La chamana lo tomó de la mano y salieron a la terraza. Ella era un ser de símbolos, con su vista escudriñó un par de minutos las estrellas y ofreció un oráculo como consejo.

—Una vez leí en un libro: “En la naturaleza nada existe aislado”.  Ésa es la respuesta a tu problema matemático.

Él guardó silencio mientras trataba de descifrar el acertijo, sabía que ese tipo de oráculos que Chía le compartió eran una manera de acceder al universo simbólico de su propio inconsciente. El trabajo que le habían encomendado a Saúl en la aldea era la detección temprana de problemas ecológicos. Su desempeño siempre fue bueno, pero ahora se enfrentaba a un problema con un modelo matemático que no lograba resolver: el modelo predecía el colapso de todo a su alrededor.

Chía lo sacó de nuevo de su ensimismamiento, le ofreció inhalar un poco de tabaco en polvo que él aceptó.

—¿Contemplamos juntos el amanecer? —dijo ella sonriendo mientras se sentaban en el pasto y recostaba la cabeza sobre su hombro.

Los primeros rayos del sol se asomaron en el horizonte. Saúl y Chía observaron cómo los paneles biomiméticos se abrían como pétalos, orientados hacia el punto donde nacía la estrella. El astro no sólo daba vida a la naturaleza, sino también a su aldea y a todo el planeta. Por la mañana, se activaban los robots y drones encargados de las labores pesadas. Pero el sol también calentaba la superficie terrestre, causando diferencias de temperatura que creaban viento y corrientes marinas, las cuales eran aprovechadas como fuentes de energía. Por ejemplo, en las inmensas turbinas que empleaban los barcos para el transporte intercontinental.

Saúl miró a su alrededor. En la terraza, tenían un humilde huerto que cuidaban con esmero; pronto podrían cosechar los tomates. Más tarde irían a una granja cercana a tomar un desayuno con alimentos recién cosechados. «En la naturaleza nada existe aislado», volvió a pensar en el oráculo que le dio Chía.

De repente, comprendió lo que ella quiso decir. Se levantó de golpe y Chía casi perdió el equilibrio. Le pidió disculpas avergonzado y la besó en la frente. Volvió a su escritorio corriendo.  «En la naturaleza nada existe aislado», se repetía a sí mismo ¡Un fallo en cascada, eso era lo que explicaba el modelo! Todo estaba interconectado en la sociedad en la que vivían. Una falla de una o unas pocas partes podía desencadenar la falla de otras… Si era así, Saúl podría detectar el origen de la falla y prevenirla. Quedaba trabajo por hacer, aunque el día apenas comenzaba. Así que salió de nuevo a la terraza y compartió la hermosa mañana con Chía.


 

Imágenes por Caktus Digital

Autor(a)

  • Escritor de origen venezolano (Caracas, 1987), actualmente reside en Bogotá. Es Licenciado en Física, graduado en la Universidad Simón Bolívar (USB) de Caracas. En 2012, recibió el primer premio en el Concurso Universitario de Cuentos José Santos Urriola y el segundo premio en el Concurso Iraset Páez Urdaneta de poesía, así como el Premio Venezolano Solsticios en la categoría de Ciencia Ficción por su cuento “Epidermis” (2014). Sus relatos y poemas han sido publicados en revistas digitales como Letralia, La Cueva del Lobo, Anapoyesis, y en las antologías Inventus: Relatos de Ciencia Ficción, Tiempos Oscuros, y Bestiario de pesadillas.

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