De cómo la economía secuestra al pensamiento ambientalista

De cómo la economía secuestra al pensamiento ambientalista

Alexander Ganem

1. El reduccionismo economicista

Todo parece indicar que nos encontramos en un momento histórico sin precedentes en sentidos múltiples. Sobre la vida en su conjunto, se cierne la amenaza de una catástrofe biosocial sin precedentes, manifiesta en múltiples e interrelacionados puntos de no retorno. Hoy, se juega la misma posibilidad de un futuro para la vida en todo su ancho espectro espacio/temporal de actualidad.

La caracterización de tal momento como de crisis civilizatoria (o epocal, en otros contextos discursivos), resulta pertinente en la medida en que escapa y confronta la tendencia al reductivismo analítico-económico corriente; aquel que consiste en la reducción de la crisis a mera crisis de crecimiento.[1]

El riesgo que tal estratagema reductiva supone, es el de caer en la trampa ideológica de comprender todo fenómeno emergente en términos de variables de crecimiento económico, es decir, en meros aspectos económicos de problemáticas fragmentariamente vislumbradas, y ello dentro de la lógica de mutación, radicalmente sustancializadora, de diversos valores de uso en valores que se valorizan, es decir, que se convierten en capital. En una palabra, se trata de la reducción forzada de los enormes problemas del presente a meros fenómenos económicos contingentes, que se conciben como resolubles con técnicas de ingeniería social para la prolongación de las instituciones del “crecimiento sostenido”.

Sobra decir que, tal operación de reducción, presenta a los problemas como caracterizados por una supuesta aseidad absoluta, y habiendo de solucionarse por medio de más fenómenos económicos de crecimiento: el crecimiento y el mercado, se dice, curan los males del crecimiento y el mercado. En ello consiste la utopía de la “opinión pública” dominante, expresada como fe en las fuerzas del mercado. Esta es una de las asunciones fundamentales detrás de los planteamientos asociados a los “mercados de carbono”, “canjes de deuda por naturaleza”, “geoingenierías” y otras problemáticas (pseudo)soluciones a los problemas ecosociales presentes. Sobra decir que tales dudosas vías de solución, están siendo publicitadas intensamente por los think tanks del “capitalismo verde”.

En esta encrucijada, tal automatismo de mercado se hace acompañar de 1) un simulacro solucionista que presenta formas cada vez más inquietantes de desmesura tecno-utópica, pretendidamente ambientalista (como con las ya mencionadas geoingenierías) y 2) una suerte de cartesianismo sui generis donde el punto cero de la mirada no supone ya, por un lado, ni la iluminación causada por una omniabarcante sustancia pensante, ni, por el otro, su soliloquio racionalista dubitativo y procreador de mundo; sino el despliegue de una epistemología, también excesiva, que viene produciendo los muchos mundos posibles —o las muchas y muy diversas formas de conocimiento de las relaciones organismo-ambientales— como ausencias, y avanzando, en cambio, renovadas formas de valorización económica en los planos ontológico, epistémico y ético.

2. Producción como ausente de la physis y hegemonía de la “tragedia de los comunes”

Es importante recordar que el actual predominio de formas de racionalidad meramente instrumental en las prácticas socio-económicas, depende de su presentación apologética como modalidades del pensar/hacer adecuadas al calado de los retos que la modernidad escenifica para su reproducción. En este contexto de relaciones productivo-instrumentales, la referencia a toda physis (en contraste con los antiguos “filósofos de la naturaleza”) remite a un no ser cuyos potenciales de aparición están sujetos para emerger, en toda situación posible y pensable, a su subsunción en la techné económica, es decir, como cosas para el metabolismo de mercado. De esta forma, el “contenido semántico” de la naturaleza asociado a la physis (en sentido amplio), se transforma en otro, el del “capital natural”, cumpliendo así una función nueva dentro de una totalidad de significaciones a la que llamamos capitalismo. La physis ha dejado de ser por sí misma, para deberse por completo al hilemorfismo valorativo de la reproducción del capital: ser, es ser valor económico abstracto o, en un sentido semejante, todo ser es reducible a valor que se valoriza. Es ser para, y condicionado por el capital. Ser, es ser relación capital. Esta característica esencial de la ontología capitalista, es justo la que permite la constitución de una visión ideológica sin fugas, sin exterioridad respecto a su tendencia a la totalización sistémica, que por ello tiene también un componente totalitario.

Para la totalidad productivista del ciclo de reproducción del capital, la “natura”, aparece como no más que “mediación cósica” en el camino para la obtención de la ganancia. Se trata de una destitución ontológica de la physis, que ya no es meramente comprensible como una oposición (de raigambre aristotélica) entre techné y physis; sino que se radicaliza hoy día, abrigada por el discurso sobre la “tragedia de los comunes”, de tal forma que se anuncia con fanfarria que, antes y ahora, el problema no radica meramente en una oposición que ha de resolverse técnicamente (más desarrollos de las fuerzas productivo-destructivas), sino que el verdadero problema ha residido en la “gratuidad” y sobreexplotación “comunitaria” de los “servicios naturales”, que por tanto, habrán de devenir en valor económico para su mejor aprovechamiento y administración. No hay espacio aquí para concepciones sobre lo “común” como no transmutable en capital: ellas serían una extrema manifestación de irracionalidad societal no económica e insostenible, o, en otras palabras, un resabio de la pre-racionalidad inherente a lo social que antecede a la “sociedad de mercado”. Tales concepciones, que dan sentido hoy a términos economicistas como “desarrollo sustentable”, direccionan la pujanza del “capitalismo verde” y el “greenwashing”, con su impulso a los emergentes mercados medioambientales de bonos de carbono o incluso los mecanismos de “canje por deuda”.

Toda esta descripción apunta a señalar un sentido crucial de la economía política contemporánea: el de mantener el edificio (Überbau) de la valorización mercantil sobre la base de la matabolización valorativa de la vida en sentidos aún inéditos; se trata de sostener la circulación que permite al sistema su autovalorización constante a expensas del mundo de la vida, y ello sobre la base de la naturalización violenta (en la forma de “daños colaterales” y “externalidades”) de los resultados de la competencia verticalista en condiciones de dependencia y superexplotación. Tal proceder, aquí muy generalmente esbozado, es, para la modernidad capitalista y sus centros, la modalidad privilegiada del pensar-hacer.

3. La producción de la escasez y las apologías de la modernidad capitalista

Conviene aclarar esto último con un ejemplo que, por su centralidad, resulta crucial: el de la escasez. Suele decirse, como parte de la formación doctrinaria en economía, que esta disciplina es la “ciencia de la elección en condiciones de escasez”, definición que, evidentemente contiene al supuesto de la escasez como su núcleo ontológico esencial. La faceta totalizadora de mundo a la que se denomina escasez, ha descansado sobre la invisibilización (o producción como ausente), sistemática y continuada, de su artificialidad o carácter espurio en la modernidad capitalista. (Baste pensar en el aspecto alimentario de la crisis ecosocial y la ingente cantidad de alimentos desperdiciada día con día en los procesos de producción, distribución, circulación y consumo; misma que, según algunos autores, bastaría para alimentar tres veces a la población mundial). Tal escasez artificial, en su despliegue, se oculta a sí misma en su forma de relación producida al interior de un determinado devenir histórico, y, en cambio, se presenta como sustancia-mundo ahistórica y pre-política, que define la relación de oposición entre organismo y ambiente. En tal sentido, para el capital, en su proceso de autovalorización, la escasez artificial es teatralmente reconocida como enemiga, ocultando su carácter real de aliada en los procesos de desarrollo de las fuerzas productivo/destructivas, montados sobre el sustrato de una estructuración en términos de centros y periferias planetarias.

Ahora bien, como podrá suponerse, es necesario un constante proceso de reactualización de tal estratagema, dependiente, en el frente alimenticio, del monopolio especulativo de la economía alimentaria mundial por parte de un puñado de corporaciones transnacionales. Ideológicamente, es la propia economía como discurso la que apologiza e invisibiliza tal artificio, presentando luego a la lógica sistémica como necesaria para sobrellevar tal condición supuestamente ineludible de escasez. El objetivo será hacer aparecer a tal escasez como una exterioridad “natural” respecto al sistema histórico de relaciones que la promueve: ella define la ontología-mundo y, por su parte, el capitalismo, que hubo de esperar su tiempo de despliegue, es la forma más racional y evolucionada (en sentido darwinista-social de meros procesos adaptativo-competitivos) de hacerle frente por medio de la ciencia y la técnica sustancializadas. Históricamente, esto ha supuesto no solo la negación de una de las promesas fundantes de la propia modernidad, la de la abundancia o escasez relativa, sino el entronizamiento cínico de la insuficiencia o escasez estructural absoluta, en todo el orden “natural” y de la dimensión “transindividual” (insuficiencia del obrero para poder sobrevivir frente a los ritmos crecientes de expolio del trabajo vivo, insuficiencia sustancializadora en la fase psico-social de individuación angustiosa, insuficiencia de “recursos naturales” para la mayor expansión del maquinismo alienado y las fuerzas productivo/destrutuctivas, insuficiencia de tiempo/espacio, insuficiencia del “tercer mundo” frente a la “deudocracia”, etc.). Hoy día, la producción de escasez, cobra nuevos matices amenazantes como consecuencia de la devastación de cultivos agrícolas asociada al progresivo calentamiento planetario de origen antropogénico. Curiosamente, frente a esta última, la solución sigue siendo la misma: más “crecimiento sostenido” (indicando las líneas y límites de todo desarrollo sustentable), acompañado del recurso a la tecnociencia contemporánea.

En resumen, podemos indicar que el fenómeno de la escasez bajo el capitalismo, se presenta como si fuese “natural” y “esencial” a la constitución del mundo mismo, y en relación con las necesidades de los vivientes, a las que pretende definir subsumiéndolas. Es, por tanto, se dice, una condición insuperable de las relaciones organismo-ambientales, a las que tan sólo podemos “adaptarnos”, y la racionalidad, reducida a mera “razón instrumental”, representa la vía para pensar y hacer frente a tal condicionamiento “absoluto” en términos de una lógica medio-fin (que se manifiesta con una fuerte tendencia al rebasamiento de los fines por parte de los medios empleados para alcanzarlos). De tales supuestos (escasez y razón instrumental dominante), en el mundo moderno, se han seguido importantes consecuencias para la vida planetaria, siendo predominante la definición de las mismas en clave liberal, darwinista-social y hoy, neoliberal (o retro-liberal, como sostiene Ricardo J. Gómez). Se olvida, sin embargo, que tal construcción ideologizada de lo que sea la escasez, se da a partir de una serie de abstracciones que, en realidad, no pueden ni deben hacerse si se quiere dotar de un mínimo de realismo a la discusión sobre el calado de lo acontecimental de la existencia en sus fundamentos ontológicos. En pocas palabras, se ha definido lo escaso por fuera de la historia de las necesidades humanas, dinámicas y cambiantes, afirmando su condición definitoria absoluta por encima de las individuaciones organismo-ambientales, subsumidas en la órbita fundamentalista de la producción por la producción misma, y recreándola constantemente para reinstalar al “sacrificio” como condición sine qua non de la existencia social, como bien decía Bolívar Echeverría.

4. Horizontes de visibilidad

Por todas estas razones, parece necesario catapultar un diálogo en torno a la emergencia de las naturalezas potenciales e invisibilizadas (physis en sentido amplio, no aristotélico) por las lógicas de dominación y apropiación; es necesario dar cuenta de su continuada producción como ausencias, incluso en ciertas habitualidades, como en el caso del concepto hegemónico de “medio ambiente”, cuyos compromisos son constantemente reforzados a través del locus discursivo economicista del “Desarrollo Sustentable” (DS) y su cara oculta y esencial, el “crecimiento sostenido”.

Cuando formas no dialécticas y verticalistas de “diálogo” son gestionadas desde los centros del poder mundial, se tiende al tecno-utopismo y a la administración económica ambiental, teniendo como trasfondo al escenario proyectado por la ideología corporativa de la “tragedia de los comunes”.

En el caso de la comunicación en humanidades y ciencias sociales, cuando ellas se ocupan de tematizar escenarios altamente críticos —donde el “medio” podría aparecer como una noción emergencial relacional de potencialidades aún inexploradas, en que los seres devienen permanentemente en sus interrelativos procesos de individuación—, se encuentran frente a la opción de asumir acríticamente el estrecho marco epistemológico que implican los conceptos socio-ambientales dominantes, tendientes al verticalismo económico-político  de las “soluciones” de mercado. Una propuesta pertinente frente a tales limitaciones, es la de abordar la dimensión normativa de conceptos y discursos centrales, y desmontarlos en sus supuestos básicos. Si tomamos por caso la noción de “desarrollo sustentable”, centro del discurso ambiental-tecnocrático más exitoso hoy día, podemos encontrar, entre otros, los siguientes:

  1. Supuesto de la reducción de la sustentabilidad a crecimiento sostenido: la “sostenibilidad” que ha de defenderse, es la del crecimiento, por encima de la de los ecosistemas; de aquí que, entre otras estratagemas comunicativas, se haya optado por emparentar con el concepto de Desarrollo Sustentable, el más reciente de “Crecimiento Sostenido”, que hace referencia explícita al supuesto indicado, y se coloca en una posición de eje rector de cualquier planteamiento de sustentabilidad oficialista (desarrollo, entendido como crecimiento económico infinito, por encima de sustentabilidad).
  2. Supuesto de la reducción del desarrollo a mero crecimiento económico: para todo desarrollo posible, él debe ser entendido dentro del marco del crecimiento económico; en otras palabras, todo desarrollo es y debe ser crecimiento económico; esto es, ser desarrollo económico. De aquí se desprende la actual sinonimia entre desarrollo y crecimiento, evidente en el concepto de desarrollo sustentable tal cual aparece formulado desde el pionero Informe Bruntland (que es, por cierto, una reacción al informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento). Se trata, en verdad, de un primer reduccionismo que empobrece las posibilidades de un pensar sustentable realista, y en cambio tiende a una sustancialización economicista que invisibiliza las raíces de las problemáticas que ella misma causa.
  3. Supuesto de la reducción de la crisis civilizatoria a mera crisis de crecimiento: la actual crisis ecosocial planetaria, puede ser entendida como mera crisis de crecimiento y, por tanto, para resolverla no se requiere otra cosa que no sea más crecimiento económico. Lo más grave no es tanto que se arribe falazmente a tal conclusión, sino que tal reductivismo constituye un enorme obstáculo epistemológico que vencer si se pretende pensar más allá de la “jaula” del desarrollo sustentable “realmente existente”.
  4. Supuesto de la escasez constitutiva: como ya se indicó arriba, y de acuerdo con este supuesto, la consistencia (ontológica) del mundo o, en otro sentido, la de la realidad misma, es la de la escasez; cosa que se afirma sin reconocer las diversas modalidades de producción de escasez artificial en la historia de la modernidad capitalista. De tal suposición suele seguirse que, frente a una “naturaleza” escasa, la batalla económica por esos medios escasos no es solo justa sino natural, esencial al despliegue de la vida misma y acorde con la propia “naturaleza humana”, tal cual ella debe ser entendida en sentido liberal.
  5. Supuesto de la reducción de la racionalidad a racionalidad instrumental: tal supuesto epistemológico, privilegia una determinada modalidad de racionalidad que sería adecuada en el contexto de competencia darwinista-social. Esta racionalidad, a la que denominamos como instrumental, y que se asocia a una lógica de medios-fines (donde los medios se manifiestan con una tendencia clara al rebasamiento de los fines perseguidos), tiende a ser sustancializada en detrimento de otras manifestaciones de racionalidad. El problema aquí, no está en la propia instrumentalización de la razón, sino en reducir esta última a tal específica modalidad.

 

Frente a tales supuestos y sus prácticas asociadas, cabe preguntar cuáles pueden ser los alcances de un pensar/hacer que los tenga como subsuelo, si es que se pretende un relevo de sentido que permita, en el futuro inmediato, una habitabilidad (no solo) humana a largo plazo. Puede preguntarse, por ejemplo, cuáles pueden ser los horizontes que un supuesto como el de la escasez absoluta trae aparejados, dada su intrínseca justificación de dinámicas social-darwinistas (competencia e injusticia “realista” como locus relacionales), para las que, dada su determinación economicista (retro) liberal, la ética aparece como una externalidad, una contingencia trivial respecto al núcleo duro (racional y científico) de la vida económica.

A manera de conclusión:

Digan lo que digan los think tanks y adalides de la tecnoeconomía medioambiental, necesitamos de un reencantamiento radical de la naturaleza en clave no mercantil, y, por tanto, de una reconstitución que nos permita superar la oposición, crucial para el despliegue de la modernidad-capitalista, entre el “nosotros” y el Otro “natural” desde los albores de la modernidad, con su promesa de superación de la escasez que, según se dice, define las relaciones organismo-ambientales desde la antigüedad. Tal oposición invisibilizadora no nos permite, en definitiva, pensar más allá de la oposición entre sociedad y naturaleza, ni vislumbrar modalidades “civilizatorias” más allá de ella. No nos permite, en una palabra, comprender en términos de relación esencial fundante la organismo-ambiental ni poder apreciar sus potencialidades ontogenéticas, autopoiéticas no meramente adaptativas, ni su despliegue relacional en permanente devenir individuante e inacabamiento creativo. ¿Hay posibilidad de una salida a la debacle climática y social presente si no es diluyendo la mitificación imperial moderna que sustenta la distinción entre lo “humano” superior” y la “cosa” natural inferior? Frente a los límites planetarios insuperables que determinan nuestras posibilidades de habitabilidad de aquí en más, requerimos responder a tal pregunta mediante un replanteamiento crítico de nuestros supuestos sobre las relaciones que definen lo social y lo cultural, lo económico y lo político, y sobre el asiento o subsuelo en el que descansan desde hace mucho tiempo todas y cada una de estas relaciones para nosotros, con sus distintos nombres interrelacionados: naturaleza, physis, medio ambiente, etc., cada uno con su carga, sea de amplitud o estrechez, pero en su camino de hacerse presente como acontecimiento renovado y alternativo frente a la lógica imperial violenta de expolio, dominación y apropiación.


[1] Presente, p. ej., en el término en boga de “policrisis”, utilizado por los voceros del más reciente “Foro Económico Mundial” en Davos (2022), y que reduce cada uno de sus componentes interrelacionados a sustancia económica, pero desde una perspectiva tendiente a la fragmentación; como si tratase de “crisis” que sucedieran en mundos separados, y que tan solo por casualidad, coincidieran ahora, coyunturalmente, pero pudiendo ser reducidas todas ellas a meros problemas económicos, metabolizables por el mercado. 

*Una versión anterior de este texto fue presentado en el XXVI Encuentro de Estudiantes de Filosofía, “Ensamblaje filosófico”, celebrado en la UACh.

*Imágenes por: Caktus Digital

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Autor(a)

  • Alexander Ganem

    Es licenciado en Estudios Latinoamericanos, maestro en Filosofía de la Ciencia y especialista en Historia del Pensamiento Económico (todo por la UNAM). Actualmente, realiza estudios doctorales en Filosofía Contemporánea (BUAP) y desarrolla una investigación en torno al choque entre las visiones economicistas de lo sustentable y las formas complejas de comprensión de las relaciones organismo-ambientales.

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