¡Nuevo taller! Ecosofías más allá del neodesarrollismo
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“El mundo está amueblado con maderas del Brasil
y hay grandes agujeros en la selva misionera
Europa no recuerda de los barcos que mandó” (León Gieco)
En la actualidad, la inteligencia artificial ha surgido como una fuerza transformadora, permeando todos los aspectos de nuestras vidas y redefiniendo la forma en que interactuamos con la tecnología. La ONU sostiene que vivimos en sociedades algorítmicas, donde nuestra comprensión del mundo y nuestras interacciones están moldeadas por algoritmos, un fenómeno que se desarrolla en medio del paso geológico del antropoceno al tecnoceno[1], según lo señalado por Flavia Costa[2] en su análisis sobre los desafíos del nuevo escenario tecnológico, político y cultural que se intensificó con la digitalización y la pandemia.
Sin embargo, detrás de los algoritmos sofisticados y las aplicaciones innovadoras, existe una compleja red de recursos materiales esenciales para el desarrollo y despliegue de la IA. Este apartado, en línea con la amplia investigación realizada por Juan Corvalan[3], tiene como objetivo “presentar las herramientas básicas para que la inteligencia artificial esté al alcance de todo aquel interesado en comprender o aplicar este conjunto de herramientas en su disciplina, vida diaria u organización” (Corvalan, 2021:16) no sin antes sumergirse en el conocimiento, la educación y la conciencia socioambiental como base de la pirámide en la que sopesa esta tecnología, enfoque transversal que debería adoptarse desde cualquier disciplina e innovación referida al diseño y el uso de la misma.
Al analizar la IA, raramente se considera su impacto ambiental, como la huella de carbono y la contaminación que conlleva. Esto se da, en cierto punto, por la utilización de metáforas como la nube que la presenta como algo ligero y respetuoso con el medio ambiente (de hecho, como parte del paisaje natural). Aunque la industria tecnológica resalta sus políticas ambientales y propone el uso de inteligencia artificial para abordar problemas climáticos, es crucial adoptar una perspectiva crítica y para ello es necesario conocer cada aspecto de la misma, poniendo de relieve su materialidad.
Las innovaciones digitales se presentan con el potencial de enfrentar desafíos como el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la inseguridad alimentaria, etc., pero se necesita un esfuerzo continuo en el diseño e implementación para aprovechar completamente sus beneficios a largo plazo. La efectividad real de la industria tecnológica en lograr estos objetivos debe ser examinada cuidadosamente de modo de no ser la serpiente que se come su propia cola en un ciclo eterno.
Kate Crawford[4], plantea que para entender la IA por lo que es, debemos apartarnos de la mirada monopólica del progreso técnico continuo, para poder visibilizar las estructuras de poder a las que sirve. Para la autora, “la IA nace de las lagunas saladas de Bolivia y las minas en el Congo, construida a partir de conjuntos de datos etiquetados por crowdsourcing que buscan clasificar acciones, emociones e identidades humanas, se usa para maniobrar drones, dirigir a la policía de inmigraciones de Estados Unidos y modular puntaje crediticio sobre los valores y los riesgos de la vida humana a lo largo del mundo” (Crawford, 2022:74), entre otras cosas.
En 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas introdujo en su conferencia la visión de un mundo en el cual el desarrollo y la implementación de tecnologías respeten el clima y la biodiversidad, sean resilientes, y donde la convivencia armoniosa con la naturaleza salvaguarde la flora y fauna silvestres, así como otras formas de vida. No obstante, la realidad actual dista de acercarse a esta utopía, principalmente debido a la intrínseca dependencia de la IA a la industria extractivista, que actualmente ostenta el estatus de ser la más próspera del mundo. Esta dependencia se sustenta en una tríada compuesta por: bienes comunes de la tierra, mano de obra barata y datos a gran escala. A continuación, examinaremos detalladamente cada elemento de esta triada.
“…para entender la IA por lo que es, debemos apartarnos de la mirada monopólica del progreso técnico continuo, para poder visibilizar las estructuras de poder a las que sirve”
2. Mano de obra barata y datos a gran escala
Aunque gran parte del debate ético sobre la IA se ha centrado en cuestiones como la parcialidad y el riesgo de abusos, una nueva frontera en la explotación laboral emerge. Las empresas de tecnología de IA están recurriendo a trabajadores del Sur Global como contratistas autónomos, evadiendo las normativas laborales y estableciendo términos y condiciones de manera independiente. En este oscuro escenario, la ausencia total de normas laborales es una realidad.
En cibercafés atestados, oficinas desbordadas o en el hogar, individuos realizan microtareas cruciales para entrenar modelos de IA. Los llamados “taskers”, anotan datos esenciales para el desarrollo de algoritmos de conducción automática, etiquetan imágenes y editan texto para perfeccionar modelos lingüísticos como ChatGPT. Aunque comúnmente se percibe la IA como aprendizaje automático, la realidad es que depende del trabajo intensivo de una mano de obra dispersa y a menudo explotada en el Sur Global. Este colectivo de trabajadores y trabajadoras, con frecuencia remunerados por debajo del salario mínimo, transforma datos en bruto en materia prima esencial para la IA.
En empresas líderes como Scale AI, que realiza trabajos para gigantes tecnológicos, la mayoría de su fuerza laboral está ubicada en Asia, África y Latinoamérica. A nivel mundial, se prevé que el sector de recopilación y anotación de datos alcance los 17.100 millones de dólares en 2030, según Grand View Research, evidenciando la magnitud del fenómeno. Este entrelazado de inteligencia artificial y explotación laboral plantea preguntas cruciales sobre ética y equidad. A medida que la demanda de datos para la IA crece, es imperativo abordar la necesidad de normas y regulaciones para proteger a aquellos que contribuyen esencialmente a la construcción de la inteligencia artificial de nuestro tiempo[11].
“Las formas contemporáneas de la IA no son ni artificiales ni inteligentes, en cambio lo que podemos -y debemos- hacer es hablar del duro trabajo físico de los mineros, del trabajo repetitivo en la línea de montaje de las fábricas, del trabajo cibernético en los talleres cognitivos clandestinos de programadores externos, del trabajo mal remunerado, de los trabajadores contratados por medio de crowdsourcing y el trabajo inmaterial no pagado de los usuarios diarios. Estos son los lugares en los que podemos ver que la computación planetaria depende de la explotación de la mano de obra a lo largo de toda la cadena de suministros de extracción” (Crawford, 2022:113).
Notas al pie:
[1] El Tecnoceno, según Flavia Costa, es la época en que el humano se vuelve un agente geológico; es decir, que la acción de los seres humanos sobre la Tierra deja huellas perdurables en el suelo, la atmósfera y los océanos, que pueden permanecer por cientos de miles de años.
[2] Flavia Costa es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, en cuya Facultad de Ciencias Sociales se desempeña, desde 1995, como docente del Seminario de Informática y Sociedad.
[3] Director del IALAB y del posgrado en IA y Derecho (UBA). Dir. de la diplomatura en Derecho 4.0 (Univ. Austral). Cocreador de Prometea, primera IA predictiva al servicio de la Justicia. Cocreador de PretorIA y Dir. Acad. de la implementación de ese sistema en la Corte Constitucional de Colombia. Autor de siete libros, entre ellos: Perfiles digitales humanos.
[4] Kate Crawford (1974) es una escritora, compositora, productora y académica australiana. Es investigadora principal en Microsoft Research (Social Media Collective), profesora visitante en el Centro MIT para Civic Media, miembro del Consejo de la Agenda Global del Foro Económico Mundial sobre Desarrollo Basado en Datos. Su investigación se centra en el cambio social y las tecnologías de medios, particularmente en la intersección de seres humanos, dispositivos móviles, redes sociales y la inteligencia artificial. Ha publicado sobre culturas de uso de tecnología y la forma en que las historias de los medios informan el presente.
[5] https://agendarweb.com.ar/2022/12/29/tierras-raras-argentina-tiene-minerales-clave-para-las-nuevas-tecnologias/
[6] https://geoinnova.org/blog-territorio/extraccion-tierras-raras-impacto-ambiental/
[7] https://news.america-digital.com/es-el-triangulo-del-litio-realmente-un-motor-del-desarrollo-tecnologico/
[8] https://news.america-digital.com/es-el-triangulo-del-litio-realmente-un-motor-del-desarrollo-tecnologico/
[9] https://elpais.com/planeta-futuro/2021-11-24/los-molinos-de-viento-deforestan-el-amazonas.html
[10] https://www.fluencecorp.com/es/importancia-del-agua-en-el-sector-de-centros-de-datos/
[11]https://www.infobae.com/wapo/2023/08/30/detras-del-auge-de-la-inteligencia-artificial-hay-un-ejercito-de-trabajadores-en-fabricas-de-explotacion-digital/
Bibliografía:
1. Crawford, Kate (2022). Atlas de inteligencia artificial; poder, política y costos planetarios. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
2. Corvalan, Juan (2021). “Preludio. ¿Qué hay de nuevo viejo? Bienvenidos a la era de la inteligencia artificial” en Tratado de Inteligencia Artificial y Derecho, Tomo III (5-14) Thomson Reauters. La Ley.
*Imagen de portada por Barbara Zandoval
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